jueves, 19 de julio de 2012

Confidente


Confidente. by Diana Harlu Rivera on Grooveshark 
 
 

Andreas: 

-Creí que ya habíamos acordado eso- le refuto por el teléfono celular que una cordial mano de uñas pintadas color carmín sostiene contra mi oído- No, eso no fue en lo que quedamos...

-Ya deja eso...- me suplica la dulce voz al oído, haciéndome cosquillas con su aliento suave y perfumado.

Andreas Hoffman
-Discúlpame un momento, ¿Sí?- le ruego a mi interlocutor, antes de dirigirme a la hermosa morena que tengo a mis espaldas, con sus piernas enredadas en torno a mi cintura- Cariño, lo siento; es que es una llamada muy importante.

-¿Tan importante como para olvidarte de mí?- cuestiona, observándome de manera casi irresistible a través de sus largas y espesas pestañas. Santo Dios, como me gustan sus ojos.

-¿Quién dice que me he olvidado de ti?- sonrío socarronamente, metiendo una mano al agua todavía tibia de la tina. Ella, con una sonrisa pícara, se lame sus jugosos y carnosos labios, demostrándome cuánto le gusta lo que estoy haciendo entre la espuma y las burbujas de la amplia bañera en la que nos encontramos sentados- Déjame terminar con esto y mi atención será toda para ti. 

-¿Y tu cuerpo?- inquiere tiernamente, entrecerrando sus párpados color arena.

-¿Quieres más?- ironizo, acariciando con mi otra mano una de sus largas piernas de piel trigueña- Falta poco, unos segundos más.

-De acuerdo- consiente por la buena, cediendo a mi voluntad. Inmediatamente, regreso a mi conversación a través del auricular- Mira, en este momento me encuentro bastante ocupado, pero es prioridad que te encargues del hotel, ¿De acuerdo? Conoces nuestras exigencias y no estamos dispuestos a aceptar menos de lo que nos ofrecieron.

Así, inesperadamente, le cuelgo el teléfono al pobre encargado irlandés de publicidad, quien busca que Tokio Hotel visite su país en fechas siguientes; lo que él no sabe, es que adquirir a mis chicos y a su tiempo, aunque éste sea muy breve, tiene su costo y esfuerzo; mi mamá solía decir "quien quiere azul celeste, que le cueste".

-Ahora sí- repongo, girándome para encarar a la criatura que tengo sentada frente a mí, cubierta únicamente por las burbujas olorosas a vainilla de la bañera- ¿En qué estábamos?

-Mmm... en que me ibas a hacer algo como lo de anoche- propone ella, haciendo saltar a mi ego. Nunca salgo de sus mentes.

-¿Qué tal si te sorprendo?- le sugiero, acercándome más a su tembloroso y tibio cuerpo- Puedo hacerlo mejor que eso, ¿Sabes?

-Vaya... no puedo ni imaginarlo- me tienta la mujer, abrazándose a mí con sus larguiruchos y delgados brazos, la dicha de salir con edecanes.

-Prepárate a sentirlo- presumo, inclinándome para prodigarle un beso en esa boca color frambuesa; sin embargo, repentinamente, mi celular vuelve a sonar y ella, ya un tanto enfadada, me dirige una mirada amenazante, con la cual me indica que no sería muy de su agrado que tomara la llamada. De reojo, miro la pantalla iluminada y en ella, distingo la fotografía de la chica, con sus preciosos y regordetes labios curvándose como si en cualquier momento fuera a mandarme un beso. No la puedo dejar pasar- Cielo, esta es la última... te lo prometo.

-Sería el colmo...- se queja abiertamente, cruzándose de brazos; aún así, me estiro hasta alcanzar el pequeño artefacto, el cual mancho con las gotas que caen de mi mano, arrugada ya por pasar tanto tiempo en el agua.

Harryo Jo Foster
-Jo, estoy ocupado...

-Aha... ¿Y eso me importa por qué...? Espera, ¡es cierto! No me importa- contesta la agradable voz femenina a través del auricular- ¿Podrías venir a recogerme al aeropuerto? Mi vuelo llegó antes y Héctor está ocupado en una junta de BCBG. 

-¿No puedes pedir un taxi?- inquiero, observándome, desnudo y cubierto de espuma como estoy- No me encuentro... apto para ir por ti.

-Todo es un desastre, el primer carro que puedo conseguir llega en una hora- repone, seguramente sentada en algún asiento del aeropuerto, con las piernas cruzadas, el cabello recogido en una media cola, sus cabellos ondulados y castaños cayéndole sobre los hombros- ¿Por favor? Harl tampoco puede y no se me ocurre a quién más llamar.

- Agh! ¡Voy para allá!- repongo de mala gana, colgando de manera abrupta. Repentinamente, me pongo de pie, dejando atónita a la chica que aún se mantiene sentada frente a mí. Con la mirada perdida en su punto favorito de mi anatomía, creo que apenas es consciente de que ya nada va a suceder entre nosotros- Chiara, vístete por favor. Tengo que irme de emergencia.

-Eres un amor, ¿Te lo he dicho antes?- cuestiona Harryo, caminando a mi lado a través de las múltiples salas de abordaje repletas de pasarejos, tomada de mi brazo. Con mis ojos cubiertos por los gruesos lentes obscuros que cargo sobre el refinado puente de mi nariz, no sonrío en absoluto al escuchar, aunque me agrada saber, que siente un gran aprecio por mí.

-¿Qué me queda?- replico, jalando con mi mano izquierda su escaso equipaje- Ibas a insistir hasta que dijera que sí.

-Me da gusto que me conozcas tan bien- sonríe, restregando el lateral de su rostro contra mi antebrazo.

-Más de lo que probablemente te hubieras imaginado...- bromeo, dirigiéndole una mirada de soslayo; de inmediato, su rostro se cubre de un adorable rubor rojizo, perteneciente a sus pensamientos, los cuales, puedo casi jurar, son idénticos a los míos.

-Me agarraste en curva- musita, escondiendo su rostro tras la manga izquierda de mi saco informal.

-Te agarré de muchas maneras- continúo con mi juego, tomándola por la cintura- ¿Qué tal van las cosas con Héctor?

-Bastante bien, gracias por preguntar- respira ella con tranquilidad de nuevo, al pasar al tema de su nueva pareja. Han pasado cerca de diez meses desde nuestra ruptura y ya nos encontramos saliendo con otras personas. En el caso de Harryo, ha sido novia de Héctor durante dos meses apenas- Tengo que verme hoy con él y Mich para cenar.

-Uy... la terrible hijastra- me mofo, sabiendo bien de antemano que miento; Michelle, la hija de catorce años de Héctor Salaciego, es un sol.

-Y yo la madrastra malévola del cuento, con la verruga en la punta de la nariz y toda la cosa- contesta la dulce periodista, riéndose de manera contagiosa.

-¿Podrías ser alguna otra cosa?- cuestiono, estrechándola contra mi costado. Más allá de ser mi ex novia, es también mi mejor amiga.

-¿Y Paige?- apuntala ella, poniéndome en territorio incómodo. Paige no, por favor.

-Ehm... bien...- miento, conscientizándome de repente que no he visto a la hermosa rubia desde hace más de tres semanas. ¿Habrá vuelto ya de Aspen? No lo sé.

-"Bien" con sus hermanas, sus padres pero no contigo, ¿Me equivoco?- aventura la sabia mujer, introduciéndose en mi vehículo. 

-Me chocas porque casi siento que me puedes leer la mente- me quejo en voz baja, cerrándole la puerta del asiento del copiloto, antes de abrir la cajuela, para meter ahí su reducida maleta azul marino. 

-¿A dónde vamos?- cuestiona, una vez que nos encontramos ambos en el interior de mi automóvil.

-¿Qué te parece a desayunar?- sugiero, tomando la palanca de velocidades- ¿Ó comiste algo en el vuelo?

-Mejor me metería un pie a la boca- replica un tanto asqueada- Tantos avances en ciencia y tecnología... y la comida de avión sigue siendo una verdadera porquería.

-Eso te pasa por viajar en clase turista- la acuso, encendiendo el motor- Si quisieras...

-No voy a usar el jet de la banda, digas lo que digas- puntualiza, apuntándome con su pequeño y delgaducho dedo índice.

-Ahí está: por eso tienes que seguir con la comida horrenda- le contesto, riéndome en voz baja.

-Cállate y conduce- me insta, dándome un pequeño golpe en el antebrazo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario